BLOG DE CULTURA CLÁSICA DEL IES FRANCESC RIBALTA DE CASTELLÓN


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lunes, 8 de abril de 2013

Ifigenia en Áulide: la maldición de la casa de Atreo

En la tragedia Ifigenia en Áulide, que comentamos en una anterior entrada de este blog, dos de los más importantes personajes son los hermanos Atridas, Agamenón y Menelao. La familia a la que pertenecen fue la protagonista de una historia llena de asesinatos, violaciones y actos horrendos, de los que el intento de sacrificio de Ifigenia es sólo un ejemplo. A continuación ofrecemos un resumen de dicho historial:

La casa de Atreo


1.         Tántalo


El bisabuelo de Agamenón, Tántalo, hijo de Zeus y de Pluto, rey de Lidia, tenía una gran amistad y confianza con los dioses, en especial con su padre, quien lo invitaba a los banquetes de néctar y ambrosía del Olimpo. Invitó a los dioses a un banquete en su propio palacio. Pero se percató de que el alimento que había en su despensa era insuficiente para todos los asistentes. Preocupado porque sus huéspedes pudieran sentirse ofendidos al no tener comida suficiente, antepuso su prestigio a su amor, y degolló y descuartizó a su hijo Pélope, agregando los pedazos de su cuerpo al asado preparado para los dioses. Pero los dioses se dieron cuenta de lo que tenían en sus platos y retrocedieron horrorizados. Los dioses supieron que la carne era humana y no la comieron, excepto Deméter que comió el hombro, más tarde repuesto por uno de marfil.

Los dioses reconstituyeron el cuerpo de Pélope y le devolvieron la vida. Su crimen fue castigado con una condena eterna a pasar hambre y sed. En efecto: sumergido en agua hasta el cuello, no podía beber porque el líquido retrocedía cada vez que él trataba de introducir en él la boca; y una rama cargada de frutos pendía sobre su cabeza, pero si levantaba el brazo, la rama se levantaba bruscamente y se ponía fuera de su alcance. En cuanto a su linaje fue maldecido por la fechoría.




2. Pélope

Pélope está relacionado con los Juegos Olímpicos, que habrían sido fundados por él, tras vencer a Enómao, rey de Pisa (Élide), con la ayuda de la hija de éste, Hipodamía, su futura esposa. Enómao retaba a una carrera de carros a los pretendientes de su hija, pero como sus caballos eran divinos, regalo de Ares, vencía a todos los pretendientes y clavaba la cabeza de éstos delante de su palacio. Esto hizo doce veces, hasta que se presentó Pélope, del cual se enamoró Hipodamía. Ésta sobornó al auriga del carro de Enómao, Mírtilo, que hizo que un eje del carro de Enómao se rompiera durante la carrera, con la consiguiente derrota y muerte del rey. Con Hipodamía tuvo a Atreo, Tiestes y Plístenes, entre otros. Con la ninfa Axíoque tuvo a Crisipo. Entre sus hijas destacan Astidamía e Hipótoe.




3.         Atreo y Tiestes, su destierro y el inicio de su odio

El padre, Atreo, y el tío, Tiestes, de Agamenón y Menelao, instigados por su madre Hipodamía, asesinaron a su hermanastro Crisipo, hijo de Pélope y la ninfa Axíoque. Su padre Pélope los maldijo y los desterró; éstos se refugiaron en Micenas. Ésta era la segunda maldición lanzada sobre los descendientes de Tántalo. Tras la muerte sin descendencia del rey de Micenas, Euristeo, un oráculo aconsejó a los habitantes de la ciudad que eligieran rey a un hijo de Pélope. A este efecto fueron llamados Atreo y Tiestes, quienes empezaron a alegar sus respectivos títulos al trono. Aquí quedó manifiesto el odio que se profesaban mutuamente.




En el debate que se planteó ante los habitantes de Micenas, Tiestes propuso que fuese elegido rey el que pudiese mostrar un vellón de oro. Tiempos atrás había sucedido que Atreo encontró en su rebaño un cordero que tenía el vellón de oro. A pesar de haber hecho voto de sacrificar a Ártemis el producto más bello de su ganado ese año, se guardó el cordero para sí y encerró el vellón en un cofre. Pero Aérope, su esposa, que era amante de Tiestes, había dado en secreto a éste el toisón dorado. Ahora, Atreo, desconocedor del engaño y confiado, aceptó la propuesta. No obstante, Zeus intervino en privado a través de Hermes y previno a Atreo para que conviniera con Tiestes que el verdadero soberano sería designado por otro prodigio: a saber, si el sol invertía su carrera, Atreo reinaría; en caso contrario Tiestes asumiría el trono. Obviamente, Tiestes aceptó. Pero el sol se puso por el este, con lo que Atreo reinó definitivamente en Micenas con el favor divino.

4. Atreo y Tiestes: castigos, vejaciones e iniquidades mutuas

La primera decisión de su reinado fue desterrar a su hermano Tiestes. Más adelante, tras haber sido informado de la intriga de su esposa Aérope con su hermano, simuló una reconciliación fraternal y volvió a llamarlo. Una vez en Micenas, lo invitó a una amistosa cena. El plato principal recordaba la cocina de su abuelo Tántalo: Atreo había asesinado a los hijos de Tiestes, los había cocinado y se los había servido a su padre en el banquete. Cuando éste había comido, aquél le mostró las cabezas de sus hijos, le reveló la naturaleza del manjar y luego lo arrojó de nuevo del país. Tiestes, camino de su nuevo exilio en Sición, maldijo a Atreo y a su linaje: ésta era la tercera maldición que caía sobre los descendientes de Tántalo.

Entonces Tiestes recibió instrucciones del oráculo de Apolo de vengar el asesinato de los niños. Así que abusó de su única hija. Pelopia, y la violó en la oscuridad de la noche, quien, ignorante de la identidad del atacante – sólo quedó como prenda una espada que el desconocido había dejado olvidada -, quedó embarazada. Al poco tiempo Pelopia casó con Atreo, su tío, quien, entre tanto, había abandonado a su infiel esposa. Éste se alegró mucho de que su nueva mujer le diera un hijo, Egisto, creyendo ingenuamente que era hijo suyo y que, por tanto, no estaría contaminado de las maldiciones familiares pasadas. Mas las maldiciones de los dioses no desaparecen simplemente con desearlo. De esta forma, una terrible sequía comenzó a devastar el reino, y un oráculo proclamó que sólo acabaría si volvían a llamar a Tiestes.




Hallado Tiestes, fue conducido a Micenas y encarcelado, mientras Atreo daba instrucciones a Egisto para que realizara su primera tarea varonil: tomar la espada de su madre y matar al prisionero Tiestes, su verdadero padre. Penetró el joven en la celda espada en mano cuando el reo la reconoció como suya, la espada que perdiera en aquella fatídica noche, y pidió llamar a su hija Pelopia. Le contó la verdad de su maldad y ella empuñó la espada y se suicidó. El joven Egisto, que acababa de descubrir su verdadero origen, determinó vengarse de Atreo, regresó ante él portando la ensangrentada arma y lo mató. Los hijos que Atreo había tenido con Aérope, Agamenón y Menelao, fueron salvados de ser degollados por su niñera y fueron llevados al exilio, en donde crecieron. De esta manera Tiestes se convirtió en rey de Micenas. El hijo de Tiestes, Egisto, asesino de Agamenón, fue quien, durante la ausencia de éste en Troya, se unió como amante a Clitemnestra, esposa de Agamenón, y colaboró con ésta en el asesinato de Agamenón.

5. Agamenón


Agamenón casó con Clitemnestra, hija de Tindáreo y Leda. Se precia de ser hermana de Helena y de los Dióscuros, Cástor y Pólux, nacidos de la unión de Zeus, transformado en cisne, con su madre Leda. Leda, en efecto, había puesto un huevo del que había nacido su hija. El padre humano de Helena era el rey Tindáreo y sus hermanos Clitemnestra, Pólux y Castor, siendo sólo el primero también de origen divino. 
Al crecer su hija, Tindáreo pensó que había llegado el momento de desposarla y así lo hizo saber. Se cuenta que una multitud de pretendientes se presentaron, entre ellos casi todos los príncipes de Grecia. Su número varía, según distintas tradiciones, entre 29 y 99. Perplejo ante el gran número de pretendientes, sin considerar que su hija era la más bella entre las bellas, Tindáreo temió que al ser uno el elegido, los restantes quedarán descontentos, con lo cual corría el riesgo de una guerra. Otra posibilidad de peligro lo constituía el hecho de que Helena, en algún momento, podría ser disputada a quien eligiera. Muy precavido, el rey comprometió a todos los pretendientes, por juramento, a acatar la decisión de Helena y acudir en ayuda del elegido en caso de que su esposa le fuese disputada.





La esposa de Agamenón, como hemos dicho, era Clitemnestra, hermana de Helena y, como ella, hija de Leda y Tindáreo; tenemos, pues, a dos hermanos casados con dos hermanas. Clitemnestra había sido antes esposa de Tántalo, hijo de Tiestes, que, a su vez era tío de Agamenón, pues Agamenón era hijo de Atreo, hermano de Tiestes. De este modo, Agamenón y Tántalo eran primos hermanos. Agamenón había dado muerte al marido de Clitemnestra al propio tiempo que a un niño recién nacido, hijo de Tántalo y Clitemnestra. Como consecuencia de este doble asesinato y del casamiento, aceptado a disgusto, de Clitemnestra con Agamenón, los Dioscuros Cástor y Pólux, hermanos de aquélla, persiguieron al rey, que hubo de buscar refugio junto a su suegro, Tindáreo. Finalmente, Cástor y Pólux consintieron en reconciliarse con Agamenón; pero la unión con Clitemnestra, iniciada con un crimen, estaba maldita, como lo prueba el curso de la leyenda.

Tanto Agamenón como su hermano Menelao, los Atridas, participaron con sus respectivos ejércitos en la guerra contra Troya para vengar el rapto de Helena, esposa de Menelao, por Paris, el segundo hijo de Príamo, rey de Troya.




Cuando, con ocasión de reunir el ejército micénico en Áulide, el adivino Calcante proclama la necesidad, para tener propicios a los dioses, del sacrificio de una de sus hijas, Ifigenia, también llamada Ifianasa (los demás hijos de Agamenón y Clitemnestra fueron Orestes, Crisótemis y Laódice, también nombrada Electra). Así las cosas, el rey llama a su esposa y a sus hijos, que se habían quedado en Argos, so pretexto de prometer a Ifigenia con el héroe Aquiles, mientras prepara secretamente el sacrificio. Inmolada la joven, Agamenón envía a Clitemnestra de vuelta a Argos, en donde rumiará vengativas ideas.

La herida y abandonada esposa pronto se echó un amante, el sobrino de su marido, hijo de Tiestes, Egisto, que había aparecido en palacio disfrazado y que cortejó a la reina durante la ausencia de su marido. Juntos planearon el asesinato de Agamenón y, para que no interfiriera en los planes, alejaron de palacio a Orestes. Tras la caída de Troya, los soldados se reparten el botín de guerra: ajuares de casas, palacios y templos, armas de guerreros muertos, mujeres de todos los rangos. Agamenón se queda con la profetisa Casandra, hija del rey Príamo, con quien tuvo dos hijos gemelos: Teledamo y Pélope.

A su regreso de Troya en compañía de su amante, Agamenón es acechado por un espía que ha apostado Egisto, amante de Clitemnestra. Agamenón es asesinado por ésta en el baño en el momento en que, enredado con las mangas cosidas de la camisa que le había dado su mujer, no podía defenderse. Igualmente, corroída por los celos, asesina a Casandra.




6.  Orestes

Por su parte, Orestes, hijo de Agamenón, a quien su madre Clitemnestra y su amante habían alejado de Micenas, recibe la visita de Apolo, quien le revela la verdad de la muerte de su padre y le exige venganza. Mas el joven en un principio rehúye participar alegando que las disputas de sus padres no eran de su incumbencia. Apolo, severo, declara que, le guste o no, él es hijo de Agamenón y, por tanto, tiene el deber de vengar su muerte, so pena de desagradables castigos sobre su persona. Orestes se encuentra en un terrible dilema: si mata a su madre, las Erinias lo castigarán con la locura; si no lo hace, igualmente lo castigará Apolo. Así que decide que su lealtad debe estar del lado de su padre, rey y, sobre todo, hombre.

Se traslada Orestes, acompañado de Pílades, a Argos, a la tumba de Agamenón, en donde consagra a su padre un bucle de su cabello. Al poco tiempo, acude Electra a visitar la tumba y reconoce el pelo de su hermano. Una vez reencontrados los hermanos, preparan la estrategia de la venganza. Orestes se hace pasar por un viajero que procede de Fócide y se dirige a Argos con la misión de anunciar la muerte de Orestes y preguntar si las cenizas del muerto han de ser portadas a Argos o dejarlas en la Fócide. Clitemnestra escucha estas palabras con un gran desahogo, pues sus crímenes estarán ya libres de vengador, y envía a buscar a Egisto, que se encuentra ausente. Al llegar a palacio, cae muerto bajo los golpes de Orestes. Clitemnestra oye los golpes y los gritos y acude aceleradamente. Encuentra a su amante moribundo ante su hijo con la espada desnuda y ensangrentada. Ésta le suplica que lo perdone, le muestra su seno desnudo, que lo amamantó, y Orestes está a punto de ceder, cuando Pílades le recuerda la orden de Apolo y el carácter sagrado de la venganza. Entonces, sin dudarlo le da muerte.

Pronto la locura acometió a Orestes, como ocurría a la mayoría de los homicidas. Además, como matador de su propia madre, es perseguido por las Erinias, que lo acosan desde el primer día. Él busca refugio en Delfos, el propio Apolo lo purifica, pero esto no lo libera de las Erinias, que exigen un juicio en regla, juicio que se celebrará en Atenas. La mitad de los jueces se pronunciaron por la absolución, la otra mitad, por la condena. Por tanto, fue absuelto, pues Atenea, que presidía el tribunal, unió su voto a los primeros. En agradecimiento, Orestes erigió un altar en la colina del Areópago.




Una vez absuelto, Orestes preguntó al oráculo de Apolo, en Delfos, qué debía hacer, y la Pitia le respondió que se curaría por completo de la locura si iba a Táuride a buscar la estatua de Ártemis. A su llegada, son apresados por los habitantes, que retienen a todos los extranjeros para sacrificarlos a su diosa. Conducidos a presencia del rey Toante, son trasladados luego ante la sacerdotisa del templo de Ártemis, Ifigenia, quien los desata, los interroga y pronto los reconoce. Orestes le explica el motivo de su viaje y la orden recibida de Apolo. Ifigenia resuelve ayudarles a apoderarse de la imagen de la diosa y a escapar con ellos. Al efecto convence al rey de que ella no puede sacrificar al extranjero, obligado a marchar de su país por haber dado muerte a su madre, sin antes haber purificado en las aguas del mar a la víctima y la estatua de la diosa. Se encaminan a la orilla del mar, junto a la ensenada en donde se encuentra varado el barco de su hermano. Embarcan Ifigenia, Orestes, Pílades y la estatua. Pero Posidón arroja de nuevo el barco a la costa y Toante está a punto de apoderarse de él, cuando Atenea le ordena abandonar la persecución. Así que llegan al Ática y erigen el primer templo griego en honor de Ártemis.

Las maldiciones que pendían sobre la familia tantálida han quedado mitigadas, la cadena de muertes y venganzas, cortada. En adelante, Orestes vivió apaciblemente con su esposa Hermíone, con quien tuvo un hijo, Tisámeno. Reinó en Argos. Poco antes de su muerte, a edad muy avanzada, una epidemia asoló el país. Consultado el oráculo de Delfos, la Pitia le declaró que la plaga cesaría cuando fuesen reconstruidas las ciudades destruidas durante la guerra de Troya y se tributara a los dioses de estas ciudades los honores de los que habían sido privados. Por eso, Orestes envió colonias al Asia Menor con la misión de reconstruir dichas ciudades. Murió Orestes a la edad de noventa años, después de setenta de reinado. Se mostraba su tumba en Tegea, en donde se le tributaban honores divinos.


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