SONETO XIII
A Dafne ya los brazos le crecían,
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
y en luengos ramos vueltos se mostraba;
en verdes hojas vi que se tornaban
los cabellos que el oro escurecían.
De áspera corteza se cubrían
los tiernos miembros, que aún bullendo estaban:
los blancos pies en tierra se hincaban,
y en torcidas raíces se volvían.
Aquel que fue la causa de tal daño,
a fuerza de llorar, crecer hacía
este árbol que con lágrimas regaba.
¡Oh miserable estado! ¡oh mal tamaño!
¡Que con llorarla crezca cada día
la causa y la razón porque lloraba!
Este soneto fue escrito por Garcilaso de la Vega, poeta y militar español del Siglo de Oro e introductor del petrarquismo en la literatura castellana.
En cuanto a la estructura externa vemos que este poema es un soneto, es decir, un poema de catorce versos endecasílabos con una rima consonante, y estructurado en dos cuartetos y dos tercetos.
El esquema de la rima de este poema es A-B-B-A en los cuartetos y C-D-E-C-D-E en los tercetos. La primera conclusión a sacar es que en su mayoría son verbos en pretérito imperfecto. Este tiempo verbal tiene la particularidad de continuarse hasta el presente. De esta manera, la acción de transformación de Dafne y el dolor de Apolo se continúan en el tiempo hasta nuestros días. Nada lo detiene, nada lo alivia. Como segundo aspecto podemos ver que los dos primeros grupos expresan claramente la transformación de Dafne desde su condición humana hasta la de árbol, y este proceso no se detiene jamás.
También podemos ver la relación obvia que hay entre las palabras “tamaño/daño” y “regaba/lloraba”, ambas hacen referencia a la causa y consecuencia del amor de Apolo.
En cuanto a la estructura interna, podemos ver que los cuartetos hablan de la mujer y la describen relacionándola con la naturaleza y manteniendo un orden visual, tan preciado en el Renacimiento. Y en los tercetos vemos la pena de Apolo, y el tema del poema.
El soneto comienza, en el primer cuarteto con la descripción de los brazos y los cabellos, como si el yo lírico viera la transformación desde la arriba hacia abajo.
El segundo cuarteto muestra las extremidades inferiores de Dafne. Por medio de la corteza y los tiernos miembros que, se mezclan, se amalgaman, se vuelven inseparables uno de otro.
En el primer terceto aparece el tema del poema (el dolor por un amor imposible) y, también, se habla de la pena de Apolo. Esa pena que alimenta la transformación y con ella la separación del objeto amado, y como círculo vicioso, alimenta la pena de Apolo.
Finalmente, el yo lírico, ahora expresa su dolor, su emoción, su identificación con la situación, con la pena de Apolo, sentenciando la condena de Apolo de no poder parar de llorar, siendo la causa y la razón la misma cosa, porque llora por la transformación de la amada, y cuanto más llora más se transforma. Este se vuelve una trampa sin salida en la que Apolo queda atrapado cada día, en un dolor que será eterno.
MITO:
La serpiente Pitón, en la mitología griega, era un monstruo de cien cabezas y cien bocas que vomitaban fuego; era el terror de la campiña de Tesalia porque arrasaba a hombres y animales. Cuenta Ovidio que Apolo, orgulloso por haberle dado muerte, osó desafiar a Cupido, hijo de Venus y de Marte. Este, para castigar tal osadía, tomó dos flechas de su aljaba. Una tenía la punta de oro e infundía amor; la otra era de plomo e inspiraba desdén. Cupido dirigió la primera hacia Apolo, y disparó la segunda a Dafne, hija del río Peneo y de la Tierra. Una violenta pasión por la hermosa ninfa se apoderó entonces de Apolo. Sin embargo ella, herida por la flecha del desprecio, huyó rápidamente tratando de esconderse. Apolo corrió en busca de Dafne, pero ésta, al verse perdida, solicitó la ayuda de su padre. Tan pronto como cesaron sus gritos de socorro, una corteza suave le encerró el pecho, sus cabellos se transformaron en hojas verdes, los brazos en ramas, los pies se fijaron en el suelo y la ninfa quedó transformada en laurel. Apolo, no dispuesto aún a darse por vencido, abrazó el árbol y lo cubrió de ardientes besos, pero incluso las ramas retrocedían asustadas de sus labios. “Si no puedes ser mi amante”, juró el dios, “me serás consagrada eternamente. Tus hojas serán siempre verdes y con ellas me coronaré”. Desde entonces, el laurel es el símbolo de Apolo y con él se galardona a los vencedores, artistas y poetas.
FUENTES: