BLOG DE CULTURA CLÁSICA DEL IES FRANCESC RIBALTA DE CASTELLÓN
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lunes, 25 de mayo de 2015
El rapto de Proserpina
El rapto de Proserpina, cuadro realizado por P. P. Rubens entre 1636 y 1638, se encuentra en la actualidad en el Museo del Prado. Este cuadro se enmarca dentro del movimiento barroco y representa una escena llena de tensión, movimiento y violencia que caracterizan el secuestro. El contraste de color aumenta el dramatismo y la riqueza de las telas empleadas y el canon de belleza femenino con mujeres entradas en carnes y muy blancas de piel representan claramente el estilo de Rubens. En la escena nos encontramos con 6 personajes: Hades, Perséfone, Atenea, Afrodita, Artemis y Eros doblemente representado.
HADES:
Se reconoce a Hades por estar acompañado de unos caballos negros los cuales se atribuyen a su cuadriga que siempre le acompaña, además uno de los epítetos de Hades es "el de los corceles", lo cual le pone en relación con los caballos, al igual que ocurre en el caso de Poseidón. También se deduce por la violencia con la que sujeta a Perséfone que da la impresión de un rapto o secuestro.
PERSÉFONE:
Es difícil saber de quién se trata si no contextualizamos al personaje. Si vemos la situación de un rapto en medio de un jardín de flores y conocemos el mito no será difícil determinar que la doncella no es otra que Perséfone, la hija de Zeus y Deméter. En el mito se cuenta que en el instante en el que Hades apareció Perséfone estaba recogiendo flores en la isla de Sicilia que depositaba en un cesto de mimbre y que por la violencia de la acción este cesto se cayó al suelo. En el cuadro se puede ver cómo a los pies de Perséfone se encuentra dicho cesto.
ATENEA, AFRODITA y ARTEMIS
Atenea es de las tres mujeres representadas a la que mejor se reconoce ya que se la distingue por su ropaje, ataviada con armadura y telas oscuras y sobre todo por su casco, lanza y escudo, así como muy posiblemente la égida, símbolos todos ellos característicos de la diosa y que siempre la acompañan.
Tras ella están Afrodita y Ártemis identificadas por el significado que quiere dar el autor a la escena: el simbolismo de estas diosas muestra el paso de la virginidad encarnada sobre todo por Artemis, pero también por Atenea y el amor puro o violento representado a través de Afrodita. Las figuras de Atenea y Ártemis pueden representar también la lucha y el enfrentamiento que se está viviendo en esta situación de secuestro ya que éstas son diosas de la guerra y los enfrentamientos. De otro lado, es fácil evocar los múltiples episodios en que una muchacha es raptada del Coro de Ártemis.
EROS
Por último identificamos a Cupido por su representación como un niño pequeño desnudo y provisto de dos pequeñas alas en su espalda. Cupido está representado doblemente lo que alude a su doble personalidad al igual que su madre (recuérdese la Afrodita Urania identificada con el Amor Puro o Primordial y la Afrodita Pandemos o del Amor Vulgar), representando por un lado el amor puro y por otro el amor violento.
Se ve como un Cupido agarra las riendas indicando el camino al inframundo a los corceles y, por otro lado, al Cupido que azuza a estos con un látigo.
MITO:
Perséfone, al decir de algunas fuentes, se encontraba alejada de todo en la isla de Sicilia, cerca de unos manantiales de aguas calientes recogiendo flores junto con una serie de ninfas. Perséfone vio una flor bellísima, un narciso, en el momento y en el que se agachó para recogerlo irrumpió de repente Hades con su cuadriga de caballos (yeguas) y agarrándola con fuerza se la llevó al inframundo. Se dice que Zeus permitió este rapto y que según sus deseos fue él quien hizo brotar el narciso, flor que asombraba tanto a dioses como mortales.
Nadie se percató del rapto, solo Hécate, hija de Perses, que la oyó desde su morada. Mientras Perséfone veía aún la tierra gritaba sin cesar con el ánimo de que su padre, el Cronida fuese en su ayuda, pero éste se hallaba lejos. En un último momento fue su madre, Deméter, quien oyó sus gritos de auxilio lanzándose inmediatamente en su búsqueda. Durante nueve días anduvo errante por la tierra, llevando en sus manos antorchas encendidas pero nadie quería decirle la verdad, ni dioses ni hombres. Al décimo día, Hécate le confesó a Demeter que había oído la voz del secuestrador pero que no lo vio, ambas fueron a ver a Helios hijo del titán Hiperión que le cuenta que fue el propio Zeus quien se la entregó a su hermano Hades como esposa. Tras esto la diosa sintió un dolor profundo que la hizo apartarse del mundo de los hombres desfigurando por completo su imagen ya no bebía ni de la ambrosía ni del néctar que constituyen el alimento divino. Llegó a Eleusis y allí pasó un año e instituyó los misterios del Eleusis. Este año fue el más espantoso para los hombres sobre la tierra fecunda ya que la tierra ya no hacía medrar las semillas, los bueyes arrastraban en vano sus arados y mucha cebada cayó de forma inútil al suelo, de modo que pasaron un hambre terrible y además privaron a los dioses de las ofrendas. Enterándose de esto Zeus envía a Hermes al Hades para persuadir a Hades que le permita llevar a Perséfone fuera del Hades para acabar con la cólera de su madre y así se acabe el hambre de los mortales. Hades permitió esta salida pero de una forma inteligente y rápida ofreció un grano de granada a Perséfone que se lo comió. Cuando Deméter y Perséfone se encontraron en el templo que se había erigido en honor a la diosa se abrazaron, pero Demeter sospechó que su hija había sido victima de un engaño. Perséfone contó a su madre que poco antes de su encuentro, Hades le había dado a escondidas unos granos de granada y le había obligado a comerlos.
Zeus, en algún autor mediante Rea, hizo llamar a Deméter y prometió que le concedería las honras que escogiese de entre todos los dioses. Accedió de igual modo a que Perséfone permaneciese la tercera parte del transcurso del año bajo la nebulosa tiniebla del Hades y las otras dos junto a su madre en la tierra. Así, Deméter, hizo surgir de nuevo el fruto de los labrantíos, la tierra se cargó de flores y frondas.
Tras el rapto de Perséfone, Deméter, su madre, sintió un dolor tan profundo que la hizo apartarse del mundo de los hombres desfigurando por completo su imagen ya que no bebía ni de la ambrosía ni del néctar. Deambulaba por el mundo y fue a dar a la morada de Celeo, quien era señor en Eleusis. Se sentó a la vera de un camino cerca de un pozo donde la encuentran las hijas de Celeo, las cuales le preguntan por su procedencia. Demeter aseguró que provenía de Creta donde unos piratas la habían secuestrado y que cuando tomó tierra se escapó y fue a dar a donde se encontraban. Éstas le ofrecen trabajo a la diosa en casa de su padre Celeo que vive con ellas y con su madre, Metanira para cuidar al hijo de ésta. Cuando llegaron a casa de Celeo, la diosa no probó bocado ni bebida, está consumida por la nostalgia de su hija durante un largo rato hasta que una de las sirvientas, Yambe, con un gesto obsceno (se levantó las falda) hizo reír a la diosa. Metanira le ofrece de beber vino, pero Demeter rehúsa y hace que le preparen una mezcla de harina de cebada y agua con poleo. Metanira le propone a Deméter que se encargue de su hijo, Demofoonte. Deméter cuidaba al niño con la intención de convertirlo en inmortal, el niño no tomaba alimento alguno, sino que la diosa lo ungía con ambrosía y por las noches lo ocultaba en el vigor del fuego sin que sus padres lo supiesen. Pero una noche Metanira descubrió a Deméter y al ver a su hijo entre las llamas, lanzó un grito. Irritada Deméter lo dejó con sus manos en el suelo tras sacarlo del fuego y reprochó la actitud de los mortales. La diosa cambió de estatura y aspecto rechazando la vejez que la caracterizaba y mostrándose como una diosa. Al día siguiente, siguiendo las órdenes de Deméter, Celeo y el resto de los habitantes de Eleusis comienzan a construir un templo en su honor. Deméter también guarda relación con otros personajes importantes vinculados a Eleusis como Triptólemo, Diocles, o Eumolpo. Pero sin lugar a dudas lo más importante es el ceremonial de los ritos que indica a los eleusinos, al tiempo que les revela los hermosos misterios venerables que no es posible en modo alguno transgredir, ni averiguar, ni divulgar, pues una gran veneración por las diosas contiene la voz. Estos ritos guardaban relación con la promesa de bienaventuranza tanto en este mundo como en el otro, más allá de la muerte.
Fuentes:
http://boj.pntic.mec.es/~aalamill/3rubens.htm
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