BLOG DE CULTURA CLÁSICA DEL IES FRANCESC RIBALTA DE CASTELLÓN


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miércoles, 6 de mayo de 2015

Jasón y Medea



Yolco, en la Antigua Grecia, era gobernado por Esón hasta que un día cayó derrocado por Pelias, su propio hermano. Fue entonces cuando su hijo Jasón, que juró venganza, fue llevado hasta el monte Pelión para completar su educación bajo la estricta mirada de Quirón, el Centauro.

Cuando ya se había convertido en un hombre, volvió a Yolco ansioso por cumplir aquello que siendo un niño había prometido. Durante el viaje, perdió una sandalia cuando ayudó a una anciana a cruzar un río. Cuentan, por otra parte, que su amabilidad se vio recompensada pues la anciana no era otra que la diosa Atenea, la cual, y a partir de ese momento, le concedió sus favores.


La cuestión es que al llegar de nuevo a su patria, se presentó ante su tío traidor con un pie descalzo para exigirle la restitución de su herencia. Y esto turbó a Pelias, aunque aparentemente no lo demostró, ya que una de las profecías del oráculo le había avisado del peligro que llegaría hasta él en el cuerpo de un hombre que caminaba sobre una sola sandalia.

Entonces Pelias decidió que tenía que enviarlo lejos. Y lo consiguió dando su palabra de devolverle su reino si Jasón era capaz de traer, ante él, el vellocino de oro, vellocino que Hermes había enviado a Frixio y Hele, hijos de Atamante, (rey de Beocia y también tío de Jasón), para poner sus vidas a salvo.


Jasón aceptó sin dudarlo y partió hacia el bosque de Colcos, en donde un terrible dragón custodiaba un territorio que estaba consagrado a Ares, dios de la guerra. Su primer paso fue ir hasta Argos, el carpintero, al que pidió que construyera una nave que flotara sobre el agua. Tan bien hizo Argos su trabajo que la nave recibió su nombre y se convirtió, según cuenta la leyenda, en el primer barco de la historia.

Escogió entonces Jasón a los que habrían de acompañarle en la travesía de entre los más heróicos guerreros. Los elegidos fueron cincuenta en número y, a partir de ese momento, fueron conocidos como Los Argonautas. Entre ellos hay quien asegura que se encontraban nombres ya legendarios en la mitología como el propio Argos, Heracles, Asclepio, Orfeo o Atalanta, la única mujer de toda la tripulación.

Muchas fueron las aventuras que vivieron Jasón y los Argonautas, (en la isla de Lemnos, en el Cícico o  luchando contra las Harpías o evitando a las Sirenas, pero todo esto lo contaremos otro día), hasta que llegó a la Cólquide, lugar en el que el Rey Aestes tendría que entregarle el ansiado vellocino. Ahora bien, Aestes no quería ceder tan fácilmente y dijo a Jasón que, antes de lograr su objetivo, tendría que domar a unos bueyes muy peculiares de pezuñas de bronce. Su misión era sembrar, tras haber arado con ellos, los dientes del dragón de nombre Cadmo, el que fuera en su día fundador de la ciudad de Tebas.

Pero Medea, hija del rey, se enamoró del apuesto Jasón nada más verlo y le prometió ayudarlo en secreto, siempre bajo la condición de que la llevara con él a su reino y la convirtiera en su esposa. Jasón aceptó y, gracias a la magia de la joven, superó con éxito la prueba impuesta. Cuentan que no sólo le entregó un ungüento que aplacaba la voluntad de los bueyes, sino que también enseñó a Jasón como despistar a los soldados que surgían de la tierra cada vez que un diente de dragón caía sobre ella, (en realidad sólo se trataba de lanzar una piedra lejos y distraer así su atención).

Pero Aestes no quería entregar el vellocino y planeó acabar con Jasón. Claro que no contaba con que su propia hija lo delataría y ayudaría al héroe a vencer al dragón, (Medea lo hizo caer en un profundo sueño), que cuidaba del tesoro antes de que su padre pudiera poner en marcha su plan.

Ya de vuelta en Yolco, Medea consiguió convencer a las hijas de Pelias de que podría hacer regresar la juventud al cuerpo del rey. Pero para ello, les dijo, era necesario realizar sobre él un hechizo y luego desmembrar su cuerpo. Luego no habría sino que poner al fuego cada pedazo durante largas horas.

Pero el final no fue el esperado, cuenta la mitología, por Jasón y su amada Medea. El pueblo de Yolco se horrorizó ante tal brutalidad y los echó de la ciudad. Entonces tuvieron que partir hacia Corinto y olvidarse para siempre de la posibilidad de reinar en Yolco.

Pero ahí no acaba la historia… Jasón y Medea tuvieron dos hijos en Corinto, pero la unión no duró mucho y Jasón terminó dejándola para casarse con la hija del rey de Corinto, de nombre Glauca. Medea, presa de la furia más intensa, terminó con la vida de la segunda esposa de su amado.

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