BLOG DE CULTURA CLÁSICA DEL IES FRANCESC RIBALTA DE CASTELLÓN


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lunes, 16 de febrero de 2015

Las Náyades, ninfas griegas de agua dulce


En la mitología griega, las Náyades eran las ninfas de aguas dulces, como fuentes, arroyos y manantiales, tal como las Oceánides estaban asociadas al agua salada y las Neréidas al mar Mediterráneo. Sus mitos y leyendas nos hablan de jóvenes bellas que suelen enamorar a los mortales con su belleza y gracia, pero que también pueden ser muy peligrosas.



(Hilas y las náyades)

Como ninfas, las Náyades eran mujeres muy longevas (aunque sabían disimularlo muy bien), pero de todas formas mortales. De hecho, al estar tan vinculadas al agua, se decía que si sus aguas se secaban, ellas morían. Por lo tanto, no eran omnipotentes. De todas formas, cabe destacar este carácter de peligrosidad que se da a ciertas divinidades femeninas acuáticas, lo cual no debería extrañarnos si pensamos que los griegos eran un pueblo viajero y sabían lo traicioneras que eran las aguas. 
Las náyades eran hijas de Zeus, según Homero, mientras otros dicen que su padre era el titán Océano, lo cual explicaría más su relación con las aguas. Cada localidad tenía sus fuentes y manantiales, con sus propios grupos de náyades, que eran objetos de culto. Se creía que tenían dones curativos y que ayudaban a la fertilidad. Esa razón, cuando un joven alcanzaba la mayoría de edad, dejaba como ofrenda algunos cabellos infantiles a la náyade de su manantial local. Mientras que los enfermos solían beber de sus aguas o bien tomar un baño. El ejemplo más popular es el de Lerna, donde se ahogaba a un animal como parte del ritual.
Sin embargo, las náyades no eran tan benevolentes como parece. De hecho, bañarse en sus aguas podía ser peligroso a veces, pues ellas podían considerarlo un sacrilegio y castigar al ofensor. Lo mismo sucedía en caso de ser vistas, lo que podía causar la locura. Además eran muy celosas y caprichosas, como cuenta la leyenda de un pastor que le fue infiel a una náyade y ésta se vengo cegándolo permanentemente. O el caso de Hilas, que fue capturado por náyades que se enamoraron de él.
Por eso nunca hay que fiarse de las aguas, ni de los que habitan en ellas. 


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